Figura clave de la Italia republicana
Roma. 14/01/2009
Su última peripecia política nos dejó a todos boquiabiertos. Era abril del 2006, y Romano Prodi acababa de ganar las elecciones generales por los pelos, cuando Giulio Andreotti, incombustible superviviente de la Primera República italiana, estuvo en un tris de ser elegido presidente del Senado. Tenía 87 años, y sus detractores -esos que le apodan Príncipe de las Tinieblas o Belcebú- le pusieron de vuelta y media por prestarse a una clarísima y aviesa operación del derrotado Silvio Berlusconi para que el nuevo Ejecutivo de Prodi naciera frágil y durase poco.
Su última peripecia política nos dejó a todos boquiabiertos. Era abril del 2006, y Romano Prodi acababa de ganar las elecciones generales por los pelos, cuando Giulio Andreotti, incombustible superviviente de la Primera República italiana, estuvo en un tris de ser elegido presidente del Senado. Tenía 87 años, y sus detractores -esos que le apodan Príncipe de las Tinieblas o Belcebú- le pusieron de vuelta y media por prestarse a una clarísima y aviesa operación del derrotado Silvio Berlusconi para que el nuevo Ejecutivo de Prodi naciera frágil y durase poco.
La famosa frase
"El poder desgasta a quien no lo tiene"Andreotti es autor de una frase célebre en Italia: "Il potere logora chi no ce l´ha" (el poder desgasta a quien no lo tiene). A él nunca le ha faltado, aunque lamenta no haber sido presidente de la República. Ha tenido cuatro hijos con su mujer, Livia Danese, a quien prometió retirarse de la política a los 60 años, en 1979, promesa aún incumplida.
"El poder desgasta a quien no lo tiene"Andreotti es autor de una frase célebre en Italia: "Il potere logora chi no ce l´ha" (el poder desgasta a quien no lo tiene). A él nunca le ha faltado, aunque lamenta no haber sido presidente de la República. Ha tenido cuatro hijos con su mujer, Livia Danese, a quien prometió retirarse de la política a los 60 años, en 1979, promesa aún incumplida.
Andreotti no fue elegido, pero ese Senado igualado precipitó la caída del Gobierno en enero del año pasado, y el regreso de Berlusconi al poder en Italia. "Si me eligen, seré presidente del Senado con mucho gusto. Si no, la vida continúa, y yo seguiré siendo senador vitalicio", sentenció en aquella ocasión un Andreotti imperturbable. Y así ha sido. El veterano político democristiano sigue en su escaño, y hoy cumple unos muy bien llevados 90 años, en plena y renovada popularidad por la sardónica película de Paolo Sorrentino 'Il divo'.
Ese es otro de los apodos áulicos de Andreotti, 'Il divo' -es decir, el divino-, en alusión a un ilustre tocayo, Julio César. El estadista romano fue divinizado, y así perciben los italianos a Andreotti, omnipresente durante sesenta años de historia del país.
El divino Giulio ha sido siete veces primer ministro, ocho veces ministro de Defensa, cinco de Exteriores; en dos ocasiones ha ocupado la cartera de Finanzas, en otras dos la de Presupuestos, y en otras dos la de Industria; y también ha sido ministro del Tesoro, y del Interior. Desde 1946 ocupa escaño en el Parlamento, y es senador vitalicio desde 1991.
En esta vida apuró su trago más amargo en 1978, cuando las Brigadas Rojas secuestraron a Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana. Su correligionario Andreotti era primer ministro y se negó a negociar con los terroristas. Tras 55 días de cautiverio, Moro fue asesinado. "Para Andreotti, la muerte de Moro fue un peso terrible -decía Francesco Cossiga, ex presidente de la República y entonces ministro del Interior, al Corriere della Sera el domingo-. Le recuerdo bien diciéndome, en su despacho del palacio Chigi: ´Sufro mucho, Francesco, y sufro aún más porque nadie cree que yo sufra´".
Andreotti (Roma, 1919), católico de misa diaria, ha arrostrado dos procesos judiciales: uno por presunta implicación en el asesinato de un periodista (fue absuelto) y otro por supuesta asociación mafiosa (absuelto por prescripción). El político, con fundada reputación de factótum del Vaticano en los palacios de la República, ha acumulado un archivo que la leyenda quiere lleno de secretos. Consta de 3.500 archivadores repletos de cartas, documentos, fotos, y contenidos impensables, como una chocolatina de un hotel de la Costa Azul, según asegura Marco Damilano, periodista de 'L´Espresso', que logró echarle un vistazo en el 2007.
"Conozco un poco la vida interna del Estado; muchos secretos no, alguno sí -confesó Andreotti el sábado al diario La Repubblica-. Me los guardo para mí. Nunca escribiría un libro o concedería una entrevista sobre ciertos episodios. El folklore político no me concierne".
Pese a su apodo, Belcebú aspira a ingresar a su muerte en el paraíso ("pero por bondad de Dios, no porque yo lo merezca"). Ha anunciado que no quiere para hoy una fiesta de cumpleaños en público. "Ya hablaremos de fiestas en mi honor cuando cumpla los cien", ironizó, advirtiendo a Italia que piensa seguir en la brecha.