Foto: I.N. Baile de árboles-bomba en el Orto Botánico de Palermo, julio 2009
Siempre es duro volver. Llegué a las 3 y media de la madrugada y entre unas cosas y otras me fui a dormir a las cinco menos cuarto, y a las nueve ya sonaba el teléfono, así que estoy muerta, y no tengo opción de reposo. Además, creí que venía a la frescura y me encuentro con un calor infernal, mucho peor que en la antigua poderosa corte siciliana, donde a la sombra corría un aire fresquísimo, que nos obligaba a cubrirnos incluso en las peores horas del mediodía. Sólo quería anotar aquí rápidamente, en cuatro trazos que por fuerza serán torpes e imprecisos, algo de la belleza caótica que me ha desconectado felizmente estos días.
Es difícil explicar y más aún restituir ese paisaje. Sicilia guarda una huella arquitectónica impresionante de su historia, desde lo griego y romano a lo árabo-normando, bizantino y barroco, la mezcla de estilos es particular y asombrosa, en una exaltación de la vida y la exuberancia que también se expresa en los árboles. Creo que la diversidad de especies arbóreas se debe a que multitud de aves migratorias recorren la isla. Pero he constatado que Hereu es mucho peor que la mafia siciliana en lo que a arboricidios se refiere. Allí, pese a la suciedad y el caos, la corrupción y el vandalismo, los árboles reinan gigantescos y exóticos en tupidos bosquecillos que sombrean y humanizan las ciudades. (Claro que allí leí en La Reppublica que el 70 por ciento de los capos mafiosos sicilianos y napolitanos viven entre Barcelona y Marbella y no sólo como refugio sino como lugar de actividad y planificación.) También la comida es una celebración vital: los tomates, las berenjenas, el aceite, las alcachofas, la sandía, los largos y ondulanbtes calabacines son deliciosos y en cualquier lugar se puede comer maravillosamente.
Y en cada esquina de la ruidosa Palermo hay un templo, un palacio, un rincón de belleza desnuda que se exhibe sin pretensiones. "Lo tuvimos todo y no nos queda nada", nos dijo el patrón de la trattoria Il Proverbio. Pero se transfiguraba hablando de la fruta (baratísima! en un puesto callejero ninguna fruta llegaba a 1 euro el kilo) y la verdura: Tutto è buon perchè la terra è diversa!" decía... En la terracita apretujada, umbría y bulliciosa de un lugar llamado Ferro di cavallo comimos suntuosamente por poquísimo dinero. Aún nos preguntamos si fue un error...
Yo seguía leyendo a Lampedusa (Conversaciones literarias), al magnífico Zweig (Sueños olvidados y otros relatos), a Alberto Vigevani (Verano en el lago, su escritura precisa y fluida me acompañó en el avión, me impresionó el relato de tanta frustración del deseo en ese muchacho, y me hizo entender o intuir algo de las miradas de deseo irrealizado que vibran en las calles sicilianas), a Cernuda (La realidad y el deseo, para las emergencias) y allí me compré un Sciascia sobre la muerte de Roussel, un Consolo que aquí no pude encontrar, y los Racconti de Lampedusa, ya que no hubo manera de dar con sus ensayos).
Yo seguía leyendo a Lampedusa (Conversaciones literarias), al magnífico Zweig (Sueños olvidados y otros relatos), a Alberto Vigevani (Verano en el lago, su escritura precisa y fluida me acompañó en el avión, me impresionó el relato de tanta frustración del deseo en ese muchacho, y me hizo entender o intuir algo de las miradas de deseo irrealizado que vibran en las calles sicilianas), a Cernuda (La realidad y el deseo, para las emergencias) y allí me compré un Sciascia sobre la muerte de Roussel, un Consolo que aquí no pude encontrar, y los Racconti de Lampedusa, ya que no hubo manera de dar con sus ensayos).
Después de Palermo, donde no paramos de ver bellezas (la Capilla y el palazzo palatinos! O el monasterio del los Eremitas, o la extraña e impresionante chiesa di Gesú! y el orto botanico frente al mar...) nos fuimos a Agrigento; allí recorrimos el valle de los Templos, las ruinas grecorromanas, las necrópolis en un silencio que tenía que ver con la reverencia pero también con el calor abrasador y yo me encomendé mentalmente a aquellas civilizaciones y a sus dioses y a la huella que dejaron en nosotros. Recorrimos Enna, entre un paisaje de montañas asombrosas y solitarias, nos acogieron con gran hospitalidad en un lugar cercano, lleno de caminos boscosos, de higos calientes de sol, y allí nos agasajaron en una cena siciliana. Y luego nos fuimos hacia la blanca Siracusa, y la deslumbrante Ortigia de piedra clarísima calcárea, y aún estoy impresionada de aquel duomo construido sobre los vestigios de un templo griego, con unas columnas gigantescas y maravillosas que trasladaban inmediatamente a la época de Heráclito o de ese pobre Empédocles, cuyas sandalias fueron escupidas por el Etna (lo vimos humeante) en un gesto poderoso. O de las ruinas maravillosas y gigantes de esos anfiteatros y cuevas como la que Caravaggio llamó orecchio de Dionisio en el parque arqueológico neapolis. Asomamos a la negra y volcánica Catania con sus sorpresas y volvimos dos días más a la bulliciosa Palermo, llevándonos sorpresas constantes...
Tuve una buena compañera de viaje y pudimos negociar y adaptarnos mutuamente para que todo fluyese, y pudimos reírnos y asombrarnos y prolongar conversaciones, paseos y lecturas. Y ayer, en un callejón de Palermo, saliendo de un cibercafé fugaz, me llamaron al móvil desde una alta instancia cultural para proponerme que participase en un acontecimiento cultural y acepté; lo contaré cuando salga publicado y esté autorizada, es para el otoño y me hizo ilusión que pensaran en mí, aunque no sea fácil... Pero ésa es la parte alegre. Ahora me toca enfrentarme a lo doloroso, a la desconexión de ese alguien familiar y al mal entendimiento y la casi obligación de relacionarme con quien no quisiera. Ojalá toda la belleza que he presenciado estos días en Sicilia me ayude a enfrentarme y resistir a lo que aquí me espera. Ya sólo pienso en volver allí, a ver todo lo que quedó pendiente, a lo que tuvimos que renunciar... y en volver a escribir.
Extraído de : http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.com/