Siguen en Siracusa las representaciones dramáticas en el teatro griego, que con su habitual cita anual, registra constantemente el entusiasmante éxito del público. Este año se presentan, hasta el 21 de junio, la Medea de Eurípides, dirigida por el director polaco Krzystal Zanussi y el Edipo en Colono de Sófocles.
Se sabe que el arte dramático llama la atención de por si. Debido a las provocaciones humano-conceptuales sobre los que se basa el argumento que sigue siendo un tema insuperable, tal cual como ocurre con las cosas antiguas que suelen ser las mejores, pero también por el atractivo que mantiene aquella extraordinaria cavea del arquitecto Demóscopos ya desde los lejanos tiempos de Esquilo. Medea, entre las más conocidas y practicadas tragedias de Eurípides, fechada en el 431 a.c., se basa sobre la ira irrefrenable de la mujer hechicera quien, sufrió el abandono del marido Jasón por la joven hija del rey de Corinto que lo tuvo como huésped, trama y realiza la más feroz de las venganzas : matar a la rival y a su padre, pero también el asesinato de sus propios hijos nacidos trás su unión con el traidor Jasón para así herirlo en lo más profundo de su corazón. En todo el desarrollo lírico-dramático se resalta una posible exaltación de la pasión feminista, la puntualización de los valores humanos de la fidelidad y la piedad en crisis o sofísticamente desacralizados, con una euripidea acentuación y sorprendente justificación divina, ya que la mujer maléfica y matricida triunfa huyendo sobre el carro del sol.
La protagonista, Elena Pozzi, es un Medea adecuadamente seductora y pasional, y comparte el escenario con un conjunto de actores de excelente nivel. La dirección sigue fielmente el texto de la nueva traducción de Maria Grazia Ciani, aparte algunas variantes de evidente concesión gestual hacia la platea y la alusiva invención de un acrobático espíritu maléfico, tal vez un poco fuera de texto y de dudosa comprensión.
La protagonista, Elena Pozzi, es un Medea adecuadamente seductora y pasional, y comparte el escenario con un conjunto de actores de excelente nivel. La dirección sigue fielmente el texto de la nueva traducción de Maria Grazia Ciani, aparte algunas variantes de evidente concesión gestual hacia la platea y la alusiva invención de un acrobático espíritu maléfico, tal vez un poco fuera de texto y de dudosa comprensión.
Representación de Medea en el Teatro de Siracusa
El Edipo en Colono, a su vez, se caracteriza por la cálida vocalidad de Giorgio Albertazzi, que afronta un texto de difícil descifración, por la emblematicidad de su actuación y sobre todo por el desenlace de la obra. Sófocles parece que haya introducido una compensación religiosa al tormento existencial, que exime al hombre de la culpabilidad e impone la relativa búsqueda de redención.
Representación póstuma en el 401 a.c., relata los acontecimientos de Edipo que, ya viejo desterrado y mendigo, sustentado por Antígona, hija de un involuntario incesto, llega a Colono cerca de Atenas y se da cuenta que ha llegado a las Eumenides , lugar sagrado , donde, según la predicción, habría encontrado paz con la muerte. El rey Teseo le anunciará que la tierra que acogerá su tumba será protegida e inviolable. Pero irán a buscarlo para reconducirlo a Tebes y protegerlo, antes Creonte, luego el hijo Polinice que está a punto de declararle guerra al hermano. Edipo no cederá, más bien acabará por maldecir a los hijos, culpables de haberlo ultrajado y echado en miseria cuando cayó en la desdicha. A la tonante señal de Zeus, se encaminará hacia la muerte en el bosque sagrado de las diosas y allí desaparecerá dulcemente, en un lugar oculto, que únicamente conoce Teseo, y que jamás se podrá revelar.
Aquí el director ha tenido que aplicar algunos cambios del episodio e interrumpir la magia poética a favor del espectáculo y de la moderna extravagancia escenográfica, mientras que el texto original intenta lentamente introducirse en lo impenetrable para alcanzar una identificación de la humanidad hacia la sacralidad, un insólito himno a la muerte pacificadora, cuyo el hombre aspira, sobre todo cuando alcanza ya una etapa extenuada y afligida.
Es imprescindible apuntar la distancia de los tiempos. La dramaturgia griega nació con motivaciones religiosas: se trataba de un ritual que se celebraba por toda una semana, del alba al atardecer, con ocasión de las Dionisíacas, y era una forma colectiva de recordar los temas del destino humano, de la ineluctabilidad de las pasiones, de las incomprensibles disposiciones divinas; se reflejó sobre lo que ya se conocía pero que al igual solicitaba un nuevo ejercicio de sabiduría y altos sentimientos. De eso solía alimentarse la gran poesía trágica.
Como cada aňo Siracusa nos ofrece su teatro, para disfrutar de un espectáculo y aplaudir,a los actores e imaginarse un retorno a la antiguedad clásica. Pero lamentablemente ya no es posible. Estamos ya muy lejos de aquella profundidad analítica y del hechizo poético. Estamos en la era de los efectos tecnológicos, de las estructuras escénicas ; la era del turismo de masa, una era en la que tan sólo un espectáculo basta y sobra para disfrutar de un instante de cultura. Los directores saben que cada año presencian espectadores heterogéneos e intentan adecuar el espectaculo a las nuevas tendencias. Y efectivamente este año lo están haciendo muy bien.
Representación póstuma en el 401 a.c., relata los acontecimientos de Edipo que, ya viejo desterrado y mendigo, sustentado por Antígona, hija de un involuntario incesto, llega a Colono cerca de Atenas y se da cuenta que ha llegado a las Eumenides , lugar sagrado , donde, según la predicción, habría encontrado paz con la muerte. El rey Teseo le anunciará que la tierra que acogerá su tumba será protegida e inviolable. Pero irán a buscarlo para reconducirlo a Tebes y protegerlo, antes Creonte, luego el hijo Polinice que está a punto de declararle guerra al hermano. Edipo no cederá, más bien acabará por maldecir a los hijos, culpables de haberlo ultrajado y echado en miseria cuando cayó en la desdicha. A la tonante señal de Zeus, se encaminará hacia la muerte en el bosque sagrado de las diosas y allí desaparecerá dulcemente, en un lugar oculto, que únicamente conoce Teseo, y que jamás se podrá revelar.
Aquí el director ha tenido que aplicar algunos cambios del episodio e interrumpir la magia poética a favor del espectáculo y de la moderna extravagancia escenográfica, mientras que el texto original intenta lentamente introducirse en lo impenetrable para alcanzar una identificación de la humanidad hacia la sacralidad, un insólito himno a la muerte pacificadora, cuyo el hombre aspira, sobre todo cuando alcanza ya una etapa extenuada y afligida.
Es imprescindible apuntar la distancia de los tiempos. La dramaturgia griega nació con motivaciones religiosas: se trataba de un ritual que se celebraba por toda una semana, del alba al atardecer, con ocasión de las Dionisíacas, y era una forma colectiva de recordar los temas del destino humano, de la ineluctabilidad de las pasiones, de las incomprensibles disposiciones divinas; se reflejó sobre lo que ya se conocía pero que al igual solicitaba un nuevo ejercicio de sabiduría y altos sentimientos. De eso solía alimentarse la gran poesía trágica.
Como cada aňo Siracusa nos ofrece su teatro, para disfrutar de un espectáculo y aplaudir,a los actores e imaginarse un retorno a la antiguedad clásica. Pero lamentablemente ya no es posible. Estamos ya muy lejos de aquella profundidad analítica y del hechizo poético. Estamos en la era de los efectos tecnológicos, de las estructuras escénicas ; la era del turismo de masa, una era en la que tan sólo un espectáculo basta y sobra para disfrutar de un instante de cultura. Los directores saben que cada año presencian espectadores heterogéneos e intentan adecuar el espectaculo a las nuevas tendencias. Y efectivamente este año lo están haciendo muy bien.
Traducción Lucy lombardo