Caius Apicius
Hay lecturas no específicamente gastronómicas que acaban abriendo el apetito; son aquellas en las que el autor se recrea en la descripción de un determinado manjar, de un plato específico, y el confiado lector se ve envuelto en un proceso que desemboca, inexorablemente, en unas enormes ganas de probar esa receta, de disfrutarla... aunque, al final, acabe acercándose a su heladera y pillando algo mucho más sencillo para picar.
No es fácil lograr una brillante descripción de un plato; pero hay alguna que otra magistral. Entre todas ellas, hemos seleccionado la que hace Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en 'El Gatopardo', del timbal de macarrones que sirve el príncipe de Salinas a sus amigos en la cena de bienvenida a su palacio de Donnafugata: es magnífica.
Cuenta Lampedusa el alivio sentido por los invitados, más bien rústicos, al ver que en lugar del temido "potage" o sopa a la francesa se les sirve un espléndido timbal de macarrones.
"El aspecto de aquellos pasteles -cuenta Lampedusa- bastaba para suscitar estremecimientos de admiración. El oro bruñido de la costra, la fragancia de azúcar y canela que de ella emanaba, sólo eran el preludio de la sensación de delicia que surgía del interior cuando el cuchillo hendía la superficie: primero brotaba un vapor cargado de aromas, luego se divisaban los higadillos de pollo, los huevecillos duros, los trocitos de jamón, de pollo y de trufa mezclados en una masa untuosa, muy caliente, de diminutos macarrones a los que el extracto de carne añadía un precioso color gamuza."
Apetece, ¿verdad? Es curioso. Un timbal, en principio, es una "especie de tambor de un solo parche, con caja metálica en forma de media esfera". El Diccionario añade que "generalmente se tocan dos a la vez, templados en tono diferente". Bueno, los timbales suelen estar al fondo de la orquesta... o en la puerta de toriles de las plazas de toros, donde los cambios de tercio se anuncian con clarines y timbales.
Pero es que un timbal es, también, una "masa de harina y manteca, por lo común en forma de cubilete, que se rellena de macarrones u otros manjares". Ya tenemos aquí nuestro timbal de macarrones. "Timballo", en italiano: molde ligeramente cónico, cuya altura viene siendo igual a su diámetro, hecho de hierro estañado o acero inoxidable". Su nombre deriva, claro, del instrumento de percusión.
Pero lo que el príncipe de Salinas ofreció a sus invitados era un "timpano de maccheroni al ragú", ya que "timpano" -puede ser palabra esdrújula o llana- es la voz napolitana para el "timballo".
Bien cerca de Sicilia, en Malta, uno de los platos más característicos de la interesante cocina local es la "timpana"... que no es más que su propia versión del "timpano" o "timballo": un pastel hecho a base de capas de macarrones y relleno -ya hemos visto por encima lo que llevaba el de Donnafugata- y envuelto en la pasta que los italianos llaman "frolla", los franceses "brisé" y en buen español se diría "masa quebrada".
Claro, encerrar semejante guiso, lleno de aromas poderosos, en una masa, hace que, como bien cuenta Lampedusa, al cortar la capa externa con el cuchillo esos aromas se liberen de golpe, con los efectos previsibles en las pituitarias de los comensales. Claro que el de Lampedusa anticipaba sensaciones con el toque de canela y azúcar quemado de la propia pasta exterior.
He probado unas cuantas versiones del timbal de macarrones, también en Malta, también en Nápoles... pero tengo muchas ganas de reproducir el del Gatopardo. En ello estamos. La receta es compleja, pero no difícil. Ya les contaré, aunque no sea fácil hacerlo tan bien como Lampedusa..
No es fácil lograr una brillante descripción de un plato; pero hay alguna que otra magistral. Entre todas ellas, hemos seleccionado la que hace Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en 'El Gatopardo', del timbal de macarrones que sirve el príncipe de Salinas a sus amigos en la cena de bienvenida a su palacio de Donnafugata: es magnífica.
Cuenta Lampedusa el alivio sentido por los invitados, más bien rústicos, al ver que en lugar del temido "potage" o sopa a la francesa se les sirve un espléndido timbal de macarrones.
"El aspecto de aquellos pasteles -cuenta Lampedusa- bastaba para suscitar estremecimientos de admiración. El oro bruñido de la costra, la fragancia de azúcar y canela que de ella emanaba, sólo eran el preludio de la sensación de delicia que surgía del interior cuando el cuchillo hendía la superficie: primero brotaba un vapor cargado de aromas, luego se divisaban los higadillos de pollo, los huevecillos duros, los trocitos de jamón, de pollo y de trufa mezclados en una masa untuosa, muy caliente, de diminutos macarrones a los que el extracto de carne añadía un precioso color gamuza."
Apetece, ¿verdad? Es curioso. Un timbal, en principio, es una "especie de tambor de un solo parche, con caja metálica en forma de media esfera". El Diccionario añade que "generalmente se tocan dos a la vez, templados en tono diferente". Bueno, los timbales suelen estar al fondo de la orquesta... o en la puerta de toriles de las plazas de toros, donde los cambios de tercio se anuncian con clarines y timbales.
Pero es que un timbal es, también, una "masa de harina y manteca, por lo común en forma de cubilete, que se rellena de macarrones u otros manjares". Ya tenemos aquí nuestro timbal de macarrones. "Timballo", en italiano: molde ligeramente cónico, cuya altura viene siendo igual a su diámetro, hecho de hierro estañado o acero inoxidable". Su nombre deriva, claro, del instrumento de percusión.
Pero lo que el príncipe de Salinas ofreció a sus invitados era un "timpano de maccheroni al ragú", ya que "timpano" -puede ser palabra esdrújula o llana- es la voz napolitana para el "timballo".
Bien cerca de Sicilia, en Malta, uno de los platos más característicos de la interesante cocina local es la "timpana"... que no es más que su propia versión del "timpano" o "timballo": un pastel hecho a base de capas de macarrones y relleno -ya hemos visto por encima lo que llevaba el de Donnafugata- y envuelto en la pasta que los italianos llaman "frolla", los franceses "brisé" y en buen español se diría "masa quebrada".
Claro, encerrar semejante guiso, lleno de aromas poderosos, en una masa, hace que, como bien cuenta Lampedusa, al cortar la capa externa con el cuchillo esos aromas se liberen de golpe, con los efectos previsibles en las pituitarias de los comensales. Claro que el de Lampedusa anticipaba sensaciones con el toque de canela y azúcar quemado de la propia pasta exterior.
He probado unas cuantas versiones del timbal de macarrones, también en Malta, también en Nápoles... pero tengo muchas ganas de reproducir el del Gatopardo. En ello estamos. La receta es compleja, pero no difícil. Ya les contaré, aunque no sea fácil hacerlo tan bien como Lampedusa..