martes, 2 de noviembre de 2010

Pasolini y una obra muy actual


Por Fernando López
Treinta y cinco años después de su trágica muerte en una playa de Ostia y cuando aún el caso no ha sido suficientemente esclarecido (la investigación ha sido cerrada y reabierta varias veces, y las preguntas sobre quién o quiénes lo mataron o lo mandaron matar, y por qué continúan alimentando hipótesis diversas), Pier Paolo Pasolini sigue siendo tema de actualidad en Italia.

Y no solamente por el asesinato -cuantos más años pasan, más crece la sensación de que quedará irresuelto-, sino porque reaviva debates en los que se agitan tanto los temas políticos como los culturales. No extraña que así sea en la medida en que a través de toda su obra el poeta, escritor y cineasta nacido en Bolonia en 1922 fue un lúcido observador de las transformaciones sociales que se verificaron desde la posguerra, echó una mirada implacablemente crítica sobre los hechos de la realidad y la expuso sin miedo a las reacciones que podía suscitar o las polémicas que generaría.

Pasolini molestaba e irritaba a muchos (personas e instituciones, del Partido Comunista a la censura o el Vaticano), por su figura pública, su condición homosexual o la osadía de sus films, pero mucho más por el coraje de sus análisis y denuncias, y la radicalidad de sus juicios, volcados en escritos y películas. Nadie descarta del todo que haya sido la voluntad de hacerle pagar por ellos la que condujo a su eliminación. En la última primavera boreal, por ejemplo, el caso por el que fue condenado Giuseppe Pelosi (el ragazzo di vita que admitió haberlo asesinado) volvió a ventilarse cuando la fiscalía romana citó a declarar a un bibliófilo senador próximo a Berlusconi que había afirmado poseer un fragmento del último libro inconcluso de Pasolini ( Petróleo ) en el que hacia graves revelaciones en torno del ENI, organismo clave en la política energética italiana y la muerte de su presidente y fundador, Enrico Mattei. (El cinéfilo recordará a propósito de este tema el admirable film con el que Francesco Rosi ganó la Palma de Oro en Cannes 1972: El caso Mattei. )

La hipótesis del complot siempre ronda.

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Entretanto, en Italia especialmente, pero también fuera de ella, el mundo de la cultura le rinde homenaje en estos días. Se han publicado nuevos libros sobre su vida, su obra y su trágico final; se redescubre su teatro y, obviamente, se le dedican programas de revisión de su filmografía. Aunque él se consideraba sobre todo poeta, fue el cine el que le dio notoriedad internacional. A esos ciclos se suma el que ayer inauguró la Cinemateca en la sala Lugones. Es breve, pero alcanza para comprobar la vigencia del cine pasoliniano: abarca la entera Trilogía de la vida ( Decamerón, Los cuentos de Canterbury, Las mil y una noches ); su último y más controvertido film, Salò , o los 120 días de Sodoma (1975), y el documental Apuntes para una Orestíada africana (1970), donde Pasolini mezcló una serie de imágenes sobre costumbres y ritos tribales que había tomado en Africa para un Orestes negro que nunca realizó, con nuevas escenas de tipo documental y comentarios de orden político y estético. Ese film -para muchos, una curiosidad-, incluye otro atractivo: lleva música de Gato Barbieri.