De chiquita me gustaron los idiomas y no hay mejor forma de aprenderlos que ir a otro país. Estudié inglés y francés en academias y tardé años en hablarlos. Llegué hace dos meses y medio a Buenos Aires sin saber español y ya lo hablo.
Siempre quise tener la experiencia de estudiar en el exterior, pero mi familia no tiene mucho dinero. Soy de Catania, Sicilia, donde voy a una escuela de lenguas en la que pregunté qué podía hacer. Me hablaron de AFS, una organización internacional de intercambio estudiantil. En esta asociación me dijeron que si tenía buenas notas, había empresas y fundaciones que ofrecían becas para hacer la experiencia de viajar a otro país, alojarte con una familia local y estudiar durante un año. Y yo obtuve una de las 9 becas disponibles para toda Italia.
Me pidieron una lista de países a los que me interesaba ir y puse Argentina en cuarto lugar, después de Costa Rica, República Dominicana y Honduras. Terminé en Buenos Aires, una ciudad a la que antes sólo asociaba con el tango. Pero descubrí que tiene mucho más que tango. Es una gran metrópoli donde podés hacer de todo. Hay recitales de muchos artistas internacionales que a mi ciudad van, con suerte, cada diez años. Y tenés una calle dedicada a los teatros: la avenida Corrientes. En Catania hay dos o tres teatros.
El primer mes me quedé con una familia en Vicente López. Después me mandaron con otra que vive en Puerto Madero, un barrio más cercano a mi escuela, que está en Paraguay y Callao. Buenos Aires era grande como la imaginaba, pero no pensé que iba a ser tan difícil moverme de una parte a la otra. Ahora vuelvo a mi casa caminando, pero cuando vivía en Provincia tenía una hora y media de viaje.
Es extraño, porque en Catania vivo en un barrio normal y acá en uno de lujo, que está más allá de mis posibilidades. Estéticamente, Puerto Madero es lindo, pero se ve que no es el alma de la ciudad. Vive poca gente y todo es caro. Es un castillo de oro en un país con una realidad muy distinta.
Tengo 17 años y voy a 4° año del Instituto Particular Moderna. Además, estudio en la Alianza Francesa. El sistema educativo argentino es diferente al de Italia. Allá la escuela es mucho más difícil. Para lograr un 9 o un 10 tenés que trabajar mucho todo el año. Acá es más fácil que te pongan un 10. Además, en mi país no existe el concepto de quedarse libre y rendir todas las materias juntas a fin de año. Si tenés tres o más insuficientes, repetís.
Gracias a este intercambio, estoy aprendiendo mucho en lo humano, a conocer a la gente. Por ejemplo, aquí dicen que el 90% de la gente desciende de italianos. Al principio pensé que éramos parecidos con los argentinos, pero después noté diferencias. Los italianos son más abiertos y directos. Una curiosidad local son los taxistas. Cuando se enteran de mi nacionalidad me empiezan a hablar en supuesto italiano. Pero hablan en cualquier otra cosa y a mí me causa gracia.
Extraño mucho la comida de mi país. Sobre todo las pastas. Acá las hacen normales, pero allá mi mamá las amasa con verduras, como espinaca, para darles otro sabor. La pizza de acá es mala, porque dicen que le ponen muzzarella y no es así, es cualquier otro queso. Los helados sí son muy buenos en Buenos Aires. Son iguales a los de Italia. Mi única crítica es que no les ponen “panna montata” o crema batida encima. Otra cosa que me gusta y que en Italia casi no se consigue son las batatas. Y cuando vuelva a mi país voy a extrañar mucho el mate.
Volvería a Buenos Aires para recorrerla a mi ritmo. Me gustaría venir con alguien de mi ciudad a quien quiera mucho, para poder mostrarle los lugares dónde viví y estudié y ayudarlo a descubrir la Ciudad.
Siempre quise tener la experiencia de estudiar en el exterior, pero mi familia no tiene mucho dinero. Soy de Catania, Sicilia, donde voy a una escuela de lenguas en la que pregunté qué podía hacer. Me hablaron de AFS, una organización internacional de intercambio estudiantil. En esta asociación me dijeron que si tenía buenas notas, había empresas y fundaciones que ofrecían becas para hacer la experiencia de viajar a otro país, alojarte con una familia local y estudiar durante un año. Y yo obtuve una de las 9 becas disponibles para toda Italia.
Me pidieron una lista de países a los que me interesaba ir y puse Argentina en cuarto lugar, después de Costa Rica, República Dominicana y Honduras. Terminé en Buenos Aires, una ciudad a la que antes sólo asociaba con el tango. Pero descubrí que tiene mucho más que tango. Es una gran metrópoli donde podés hacer de todo. Hay recitales de muchos artistas internacionales que a mi ciudad van, con suerte, cada diez años. Y tenés una calle dedicada a los teatros: la avenida Corrientes. En Catania hay dos o tres teatros.
El primer mes me quedé con una familia en Vicente López. Después me mandaron con otra que vive en Puerto Madero, un barrio más cercano a mi escuela, que está en Paraguay y Callao. Buenos Aires era grande como la imaginaba, pero no pensé que iba a ser tan difícil moverme de una parte a la otra. Ahora vuelvo a mi casa caminando, pero cuando vivía en Provincia tenía una hora y media de viaje.
Es extraño, porque en Catania vivo en un barrio normal y acá en uno de lujo, que está más allá de mis posibilidades. Estéticamente, Puerto Madero es lindo, pero se ve que no es el alma de la ciudad. Vive poca gente y todo es caro. Es un castillo de oro en un país con una realidad muy distinta.
Tengo 17 años y voy a 4° año del Instituto Particular Moderna. Además, estudio en la Alianza Francesa. El sistema educativo argentino es diferente al de Italia. Allá la escuela es mucho más difícil. Para lograr un 9 o un 10 tenés que trabajar mucho todo el año. Acá es más fácil que te pongan un 10. Además, en mi país no existe el concepto de quedarse libre y rendir todas las materias juntas a fin de año. Si tenés tres o más insuficientes, repetís.
Gracias a este intercambio, estoy aprendiendo mucho en lo humano, a conocer a la gente. Por ejemplo, aquí dicen que el 90% de la gente desciende de italianos. Al principio pensé que éramos parecidos con los argentinos, pero después noté diferencias. Los italianos son más abiertos y directos. Una curiosidad local son los taxistas. Cuando se enteran de mi nacionalidad me empiezan a hablar en supuesto italiano. Pero hablan en cualquier otra cosa y a mí me causa gracia.
Extraño mucho la comida de mi país. Sobre todo las pastas. Acá las hacen normales, pero allá mi mamá las amasa con verduras, como espinaca, para darles otro sabor. La pizza de acá es mala, porque dicen que le ponen muzzarella y no es así, es cualquier otro queso. Los helados sí son muy buenos en Buenos Aires. Son iguales a los de Italia. Mi única crítica es que no les ponen “panna montata” o crema batida encima. Otra cosa que me gusta y que en Italia casi no se consigue son las batatas. Y cuando vuelva a mi país voy a extrañar mucho el mate.
Volvería a Buenos Aires para recorrerla a mi ritmo. Me gustaría venir con alguien de mi ciudad a quien quiera mucho, para poder mostrarle los lugares dónde viví y estudié y ayudarlo a descubrir la Ciudad.