martes, 23 de noviembre de 2010

La Arquitectura Italiana en la Argentina SIGLOS XVIII / XIX

Congreso de la Nación

por Arq. Gustavo A. Brandariz

¿Cual fue el aporte italiano a la arquitectura Argentina? con los italianos y con el arte y la técnica arquitéctonica italiana, la arquitectura argentina adquiere un refinamiento y una perfección nuevas, como si la formula de Leonardo el "obstinado rigor", fuera la ciencia secreta de cada arquitecto, de cada constructor, de cada albañil.
"¿Italia?: Es un país joven, ¡más reciente que la Argentina!". Con estas palabras, no exentas de fina ironía, empezaba una de sus conferencias en Buenos Aires uno de los mayores expertos italianos en preservación de arquitectura monumental. En realidad, el propósito de su afirmación era el de sorprender a quienes lo escuchaban, para cuestionar unos conceptos muy difusos y excesivamente esquemáticos acerca de la italianidad. Obviamente, la idea de imaginar a Italia sólo a partir de la Unificación, parecía abusiva: de ese modo quedaban afuera el Arco de Cagnola, el Teatro Alla Scala, las ondulaciones místicas de Borromini, las fastuosidades de Bernini, las sutilezas de Palladio, los Duomos etéreos de Miguel Angel y de Brunelleschi, el gótico de Milán y el románico de Pisa, San Vitale y Santa Costanza, y, por supuesto, el Panteón y el Coliseo. Pero ¿a qué deberíamos entonces, llamar "arquitectura italiana?". ¿Cuáles son sus contornos y sus señas? Hablar de "arquitectura italiana", como de "arquitectura argentina" es incurrir en una generalización, y, por consecuencia, una simplificación. Y sin embargo, hay algo indubitablemente muy "italiano" en buena parte de la arquitectura y de los paisajes urbanos que se construyeron en la Argentina durante períodos muy importantes de su historia.

ANTES DE 1810
Germán Arciniegas ha escrito largamente acerca de la "Europa Precolombina" (1), haciendo un juego de palabras muy intencionado. Europa y el mundo cambiaron mucho con la aparición en escena de América, el continente descubierto por el navegante genovés. Pero la idea de América, no es tanto un hallazgo colombino como una invención de Vespucci, una creación intelectual típica del Quattrocento florentino. América nació como un ensueño imbuido de italianidad. Al menos esa fue la América que descubrieron muchos europeos cuando se enteraron de la aparición del Mundus Novus.
La conquista de América, en cambio, fue otra cosa: el siglo de Hernán Cortés y de Pizarro ya no era el de Brunelleschi y de Lorenzo el Magnífico, sino el que seguía a Maquiavelo. Al sueño florentino siguió la realidad dura de la ocupación territorial, pero también, la fundación de ciudades y la construcción de edificios, modestos al principio, pretenciosos después. En la Argentina, en donde nada podía compararse con el Templo del Sol o el Cuadrilátero "de las Monjas", la arquitectura de los conquistadores fue, hasta la llegada de los Jesuitas, casi tan pobre como la indígena. Entonces, sí: en sus cuarenta pueblos de las Misiones Guaraníticas, los Jesuitas elevaron templos grandiosos, sumando a la delicadeza de los artífices neolíticos, la cultura de los maestros europeos. Entonces, si: arquitectos italianos, jesuitas por devoción y artistas por vocación, como Brassanelli, erigieron templos de dimensiones inesperadas y principios profundamente barrocos.
Brassanelli era jesuita e italiano como Prímoli y trabajó como él en las Misiones. Pero Prímoli también trabajó en Buenos Aires, como Andrea Bianchi, con quien vino en 1716. Pero Bianchi había nacido en el Cantón Ticino (2). De todos modos, la italianidad de Bianchi es muy profunda: formado en Roma, entre los discípulos de los discípulos de Bernini, admirador de Borromini, fue el más grande arquitecto que trabajó en la Argentina antes de 1810, y el más italiano. El pórtico de la Catedral de Córdoba, el Cabildo de Buenos Aires, la Iglesia del Pilar y la de San Telmo, son buenos testimonios del arte del maestro romano - ticinés.
Teatro Colón

DESPUES DE 1810
Si Bianchi, suizo, era artista de ideas italianas, Carlo Zucchi, italiano, fue artista de ideas francesas (3). Zucchi, revolucionario en Italia, formado en París, llegó cargado de ilusiones al Buenos Aires del tiempo de Rivadavia. Hubiera sido el gran arquitecto neoclásico de la Argentina si el país no hubiera sufrido sus catástrofes políticas. Caído Rivadavia, Zucchi fue también cayendo lentamente en una espiral de desdichas y olvido, sólo acabadas siglo y medio después, al descubrirse su archivo en un repositorio de su Italia natal.
La Argentina "bárbara" que apostrofaba Sarmiento, empezó a "civilizarse" después de 1852, cuando en la batalla de Caseros, Urquiza derrotó a Rosas, inició el proceso que llevó a la libérrima Constitución de 1853 y abrió las puertas al comercio internacional, a la cultura universal y a la inmigración. O quizás empezó antes, cuando el propio Urquiza, todavía Gobernador de Entre Ríos, abrió su Provincia a las nuevas ideas: las de los miembros de la "Joven Argentina", reflejo mazziniano en el Plata de la "Joven Italia". Entonces algunos de los garibaldinos exiliados en la Banda Oriental, pasaron a Entre Ríos. Entonces el garibaldino Fossati se convirtió en el arquitecto de Urquiza y llevó al modesto Palacio San José de Jacinto Dellepiane a la escala actual. Entonces, por primera vez, las sutiles arquerías florentinas de Brunelleschi, pasaron a recortar el paisaje rural entrerriano. Con Fossati y Danuzio, el arquitecto garibaldino de la ciudad de Paraná, el Neo Renacimiento italiano se convirtió en el manifiesto arquitectónico de los tiempos nuevos que empezaban para el país (4).

ENTRE 1852 Y 1880
En los años siguientes a la batalla de Caseros, la arquitectura argentina vivió una muy profunda transformación. Rápidamente, el país pequeño de los tiempos "coloniales" se fue dilatando. El crecimiento, en lo arquitectónico, tuvo el sello italiano. En un artículo publicado en 1879, Sarmiento, primer historiador de nuestra arquitectura, recordaba lo sucedido en tiempos de la Presidencia de Mitre: "El arquitecto empieza a sustituir al albañil; los brazos abundan; la prosperidad crece y aún los albañiles son de ordinario italianos e introducen modillones, molduras, frisos dentados, arquitrabes y dinteles salientes". Pero hay algo más: Sarmiento, siempre polemista, se alegraba del hecho. Había empezado su escrito diciendo que "lo que distingue al hombre de la bestia es su facultad de cambiar de formas arquitectónicas"; por lo tanto, al dejar el "estilo colonial" y abrazar el "estilo italiano", como país nuevo, estábamos demostrando nuestra verdadera condición humana. Sarmiento, como Alberdi, Gutiérrez y Mitre, era italianófilo en materia artística y ello no ha de sorprender. Para los románticos progresistas, el quattrocento florentino era, en sí, un símbolo de la libertad intelectual. La arquitectura italiana, por lo tanto, sería el símbolo de la nueva libertad civil de la
Argentina (5).
Seguramente por esas razones Sarmiento no dudaba en elogiar las obras de Nicolás y José Canale, cuya cúpula de la Iglesia de Belgrano comparaba con la de Miguel Angel. Seguramente por esas mismas motivaciones Alberdi llamaba a Fray Luis Giorgi, "el Miguel Angel argentino". Seguramente esos eran también los motivos que impulsaban a Juan María Gutiérrez a becar a Jonás Larguía para que estudiara arquitectura...en Italia.
Italianos fueron en aquellos años los edificios de las escuelas sarmientinas que empezaron a poblar ciudades y campaña para llevar educación y prosperidad a todos los confines del país. Italianos fueron los edificios de los hospitales, que empezaron a mejorar la atención de la salud. Italianos fueron los templos, como el de Monserrat, la Catedral de Paraná o la de Rosario. Italianos fueron los edificios públicos como el de la Municipalidad de Belgrano. E italianas fueron las primeras mansiones que empezaron a construirse en aquellos años, como el Palacio Miró, que estaba en la actual Plaza Lavalle. Italiano fue el "estilo" de edificios proyectados por arquitectos italianos, argentinos, franceses, ingleses... Taylor hizo del Palacio Muñoa un Palacio florentino en versión "Italianate Revival". Prilidiano Pueyrredón le hizo una "villa" italiana a su amigo Azcuénaga, la que hoy es residencia presidencial en Olivos. Los Cánepa, Caravati (6), Col, Arnaldi, Scolpini, y muchos más, poblaron de edificios "italianos" las capitales de las Provincias (7). La gran inmigración trajo a los albañiles italianos que llevaron el sentido de la proporción, de la belleza y del arte hasta los más olvidados rincones del país. Por todas partes se elevaron casas de patios pompeyanos, con pilastras, cornisas, frontones y arcos de medio punto, como si de repente toda la Argentina se hubiera convertido en una sola gran Provincia con capital en Florencia.

ENTRE 1880 Y 1900
Entre 1852 y 1880 la Argentina creció rápidamente, pero ese crecimiento no fue sino la preparación para el gran salto que convirtió a la nueva República, entre 1880 y 1910, en la "Tierra de Promisión" pintada por Alice. En 1900, la Buenos Aires romántica legada por los garibaldinos y sus seguidores, apenas parecía un embrión de ciudad. La Cúpula de Belgrano, una proeza arquitectónica de los Canale en su tiempo, era apenas un edificio pequeño en comparación con las nuevas construcciones.
En 1881 llegó a la Argentina Carlos Morra y cuatro años después lo hizo Francisco Tamburini (8). Sus figuras son claramente representativas del gran arte italiano, trasladado a la Argentina. En sólo seis años, Tamburini otorgó a la arquitectura oficial de la Argentina una marca tan importante que aún hoy se asocia a su arquitectura con los símbolos arquitectónicos del Estado Nacional. Carlos Morra realizó una obra técnica tan decisiva que por largas décadas su herencia modeló las conductas profesionales de quienes continuaron su labor. A ellos habría que sumar una larga lista de discípulos de Tamburini y una lista aún mayor de colegas, tan italianos como ellos, que, a lo largo y a lo ancho del país llevaron la italianidad a la mayor parte de la edilicia monumental de su tiempo. Por ejemplo, la vasta producción de Juan Antonio Buschiazzo tiene, aun en su eclecticismo rasgos tan italianos que no dejan de llamar la atención (9).
Si a Tamburini se deben la forma actual de la Casa Rosada, el Banco de Córdoba, y el incomparable Teatro Colón, a Morra le cupo dar forma ideal a la escuela pública a través de su obra maestra, la "Presidente Roca" (10). Ambos, Tamburini y Morra, formados en un ambiente intelectual neo renacentista y protagonistas de un tiempo más heterodoxo, tenían una sólida formación científico - técnica y una aún más sólida postura ético social: arquitectos, profesores, propulsores de la ciencia, de la filantropía argentina e italiana, volcaron su saber y su pasión a la tarea de construir edificios e instituciones para una república abierta a todos los vientos del progreso. Maestros en geometría descriptiva y maestros en geometría moral.

EN 1900
En 1903 Morra terminó la Escuela Presidente Roca. Cinco años después, con el estreno de Aída, quedaría inaugurado el Teatro Colón, motivo de los sueños más esperanzados de Tamburini, que había muerto mucho antes, en 1890. En 1901, el nuevo Hospital Italiano de Buschiazzo reemplazaría definitivamente al anterior edificio, obra de Fossati y Canale. En 1906 quedaría habilitado el Palacio del Congreso, proyectado por Víctor Meano en 1895. Y en cada barrio de Buenos Aires, o en Concepción del Uruguay, Mendoza, Tucumán o Misiones, centenares, miles de casas "italianas" como las que elogió Le Corbusier en 1929, otorgaban a sus habitantes y a las ciudades una calidad de vida en la cual la belleza y la armonía eran los rasgos dominantes.
¿Cual fue el aporte italiano a la arquitectura argentina?. Con los italianos y con el arte y la técnica arquitectónica italianas, la arquitectura argentina adquiere un refinamiento y una perfección nuevas, como si la fórmula de Leonardo, el "obstinado rigor", fuera la ciencia secreta de cada arquitecto, de cada constructor, de cada albañil: arquitectos como Tamburini, cuyo Teatro es una obra cumbre, constructores como los Besana, que levantaron el Palacio del Congreso o albañiles como Gaspare Pedroni, el padre de José Pedroni, quien lo evocaba en su poema "Nivel":

Este es el nivel de mi padre;
su nivel de albañil.
Tiene una gota de aire.

Mi padre está hecho polvo. De aquel hombre
ya no se acuerda nadie.
Vive conmigo cada vez más solo
en esta gota de aire.

Soledad y olvido, pero no sin esperanza. La arquitectura, también es dación, desprendimiento personal, legado al futuro. Y perduración, en tanto se valore la herencia recibida:

Todas las casas de mi pueblo,
todas las casas de antes;
todo perdurará mientras perdure
esta burbuja de aire.

En esas casas anónimas, en esos palacios monumentales y en esas escuelas, iglesias y hospitales tan italianos que aún se elevan sobre el suelo argentino, también está una parte importante de nuestra identidad. Son tan nuestros como italianos, son parte de nuestra historia compartida y símbolos de un pacífico y feliz vínculo fraternal.



BIBLIOGRAFIA
(1) Arciniegas, Germán. El revés de la historia. Buenos Aires, Sudamericana, 1985.
(2) Sobrón, Dalmacio H. Giovanni Andrea Bianchi. Buenos Aires, Corregidor, 1997.
(3) Aliata, Fernando. Carlo Zucchi, ingegnere e architetto. Reggio Emilia, Archivio di Stato, 1993.
(4) Shmidt, Claudia. Juan A. Buschiazzo. Un profesional entre la arquitectura y la construcción. "Cuadernos de Historia del Instituto de Arte Americano de la FADU - UBA, Nº 6". Buenos Aires, IAA, 1995
(5) De Paula, Alberto. La obra de Francesco Tamburini en Argentina. Buenos Aires, Museo de la Casa de Gobierno, 1997.
(6) Brandariz, Gustavo A. Presencia italiana en la arquitectura argentina. "Italia en Argentina. L'Italia in Argentina". Buenos Aires, Manrique Zago, 1995.
(7) Brandariz, Gustavo A. El aporte italiano a la arquitectura argentina. Revista "Todo es historia", Nº 344. Buenos Aires, marzo de 1996.
(8) Trecco, Adriana; De la Rua, Berta; Ortega, Ana M.R. de; Pupich, Laura A. de. Presencia italiana en la realidad arquitectónica de Córdoba. Córdoba, Mayúscula, 1995.
(9) Pérez Fuentes, Gerardo. El arquitecto italiano Luis Caravati en Catamarca. Catamarca, 1994. Edición del autor.
(10) Brandariz, Gustavo A. Carlos Morra y la arquitectura educacional. Trabajo presentado al Primer Congreso Internacional "Presencia Italiana en la Argentina" (San Miguel de Tucumán, septiembre - octubre de 1987).