Italia es una de las naciones que más cultiva la pasión por la buena mesa y la defensa férrea de sus productos, que aseguran una alimentación equilibrada, sana y fiel a la dieta mediterránea. El culto al gusto forma parte de su idiosincrasia desde los tiempos remotos del ImperioEFE
Roma / Italia.- El culto al gusto forma parte de la idiosincrasia de Italia desde tiempos remotos del Imperio, pero el orgullo del “Made in Italy” es rabiosamente actual.
En Italia, cualquier hora es buena para hablar de comida. Pero no de cualquier manera: una sabiduría gastronómica propia de expertos y cocineros de renombre acapara las conversaciones más cotidianas.
Nada más despertar, el italiano ya se prepara para degustar una de las sustancias más cotizadas: el café, la bebida nacional por excelencia.
Un “Capuccino” -café espumoso-, un “ristretto” -corto-, un “doppio” -doble-, un “macchiato” -con un poco de leche- o un “caffè latte” -café con leche- entonan el paladar de estos “gourmets”, que encuentran en la gastronomía, incluso, una fuente de rivalidad.
Los alimentos no sólo entrañan un duelo entre regiones, que se disputan “la mejor cocina”. También los locales legendarios que presumen tener “la mejor pizza del mundo”, “el mejor café del mundo” o “el mejor tiramisú del mundo”, como es el caso de Pompi, un legendario local romano, hacen de sus mesas escenarios de competición gastronómica.
Para todos los gustos
Roma está poblada de rincones exquisitos donde encontrar “los mejores” -en plural- helados, cafés, pizzas y dulces, y sólo basta callejear para degustarlos. El mejor sabor puede estar en el rincón más inesperado.
A la hora de comer, prima la pasta. La asociación internacional Slow Food, fundada en 1986 por Carlo Petrini con el objetivo de difundir la diversidad de sabores, recetas y productos italianos, rompe la leyenda que dice “no” a la pasta en una dieta.
“La pasta no engorda, es un alimento fácilmente digerible que contiene pocas grasas y tiene un bajo valor proteico”, sentencia Slow Food sobre este alimento imprescindible en toda despensa italiana.
La pasta
Los italianos atribuyen la pasta a Marco Polo y sitúan sus orígenes en la región de Campania. Uno de sus centros de producción es Gragnano, una pequeña ciudad a 20 kilómetros de Nápoles, considerada capital europea de la pasta.
Los líderes de esta tradición son los miembros de la familia Afeltra, antiguos productores de unos famosos macarrones que causan estragos desde principios del siglo XIX, cuando Fernando II de Borbón, al probarlos, espetó: “¡Un macarrón vale cien espaguetis!”.
Esta fábrica produce diariamente 5.000 kilogramos de pasta hecha a mano, dato que refleja su valor artesano, puesto que en las factorías comunes se suelen producir unos 200.000 kilos al día.
La pasta permite inventar ingeniosas salsas de verduras y quesos, carnes y pescados, aunque muchos prefieren potenciar su sabor con especias. Prevalecen la sal y la pimienta -cuya combinación da nombre a un plato romano, “caccio e pepe”-, la albahaca y el orégano.
El oro líquido
Para aderezar ensaladas y guisos, en Italia, como todos los países mediterráneos, son amantes del aceite de oliva. Es el segundo productor de aceite de oliva de Europa, con dos tercios de la producción de extra-virgen y 38 denominaciones de origen reconocidas en la Unión Europea, una identificación geográfica que se aplica para proteger legalmente los alimentos.
El “oro líquido” puede ser también un complemento del vinagre de Módena, denominado “aceto balsámico” y originario de la ciudad del norte del país que lleva su nombre. Un producto también símbolo de la “filosofía slow”, por sus propiedades curativas, que se encuentra en cualquier mercado y cuyo precio varía en función del productor y de la intensidad de su sabor.
Para descubrir la complejidad de su preparación y su sabor dulce, producto de una mezcla de vinos y de una larga maduración en toneles de madera, la ciudad de Módena dedica un museo a esta salsa que tiñe los platos de negro.
Otro de los condimentos más preciados es la trufa blanca de Alba (Piamonte), que los italianos denominan “tartufo” y de la que sólo un kilo puede llegar a costar miles de dólares. Se sirve rallada o cortada en láminas, condimenta embutidos, aceites y salsas.
El infaltable queso
Una buena ración de pasta debe ir acompañada de queso parmesano, otro de los símbolos del “Made in Italy” alimenticio y también regulado por la Denominación de Origen Protegida (DOP).
Se consiguen en mercados y tiendas de delicatessen. Los comensales más exquisitos rechazan comprar rallado este queso de Parma y prefieren alistarlo, con sus propias manos, antes de consumirlo en la mesa.
Italia adora los platos saludables. Sus mercados arrojan la frescura y los colores de decenas de frutas y hortalizas, pero no faltan los ricos postres.