sábado, 22 de enero de 2011

Tornatore homenajea a su tierra


Fernando Lopez
Para LA NACION

Giuseppe Tornatore tiene dos grandes amores. Sicilia, donde nació en la primavera de 1956, y el cine, del que se enamoró a primera vista cuando lo conoció, a los cinco años, llevado por su padre. Sicilia ha estado presente en casi todas sus películas, desde la que lo consagró en 1988 y le dio un Oscar - Cinema Paradiso -, hasta obras posteriores, como Están todos bien (1990), Fabricante de estrellas (1995) o Malena (2000). En su último (y más ambicioso) trabajo, que Alfa dará a conocer el jueves, Sicilia -o más precisamente Bagherìa, su ciudad natal- no es solamente el escenario exclusivo de la acción, sino la verdadera protagonista del relato. Por algo lleva como título Baaria , el nombre con el que se conoce en dialecto a esta población siciliana próxima a Palermo que lo reconoce orgullosa como uno de sus dos hijos ilustres (el otro es Renato Guttuso, figura descollante de la pintura italiana del siglo XX).

Que se la califique como su obra más ambiciosa no se debe solamente al elevado presupuesto que debió invertirse para la realización de la película -25 millones de euros aportados por la productora Medusa, del grupo Mediaset, es decir, perteneciente al controvertido primer ministro italiano Silvio Berlusconi-, sino también a su aspiración: resumir cincuenta años de historia italiana, la historia de su comunidad, a través de un retrato familiar que abarca tres generaciones y que tiene bastante de autobiografía.

No extraña que un cineasta tan dado a las evocaciones nostálgicas como Tornatore haya afrontado semejante riesgo. Era un viejo sueño al que hasta ahora no se había atrevido. Para explicar los motivos que lo llevaron a hacer un film sobre sus orígenes, Tornatore cita a Guttuso, cuyo arte también estuvo marcado por la tierra natal: "Durante mi vida, continuamente retorno con el pensamiento a todo este mundo hecho de sonidos, personajes, desafíos, sueños y utopías". A lo que el cineasta añade un sentimiento similar: siempre se prometía a sí mismo que tarde o temprano ese material se convertiría en un film. "Tal vez tenía miedo -deduce-; pensaba que sólo estaría en condiciones cuando me aproximara a los sesenta años. El hecho es que como lo único que hacía era hablar de ese proyecto, un día me lo pidieron, les gustó y me liberé de mis inseguridades."

Superproducción
Claro que el desafío era también material: en Túnez, Tornatore hizo reconstruir el pueblo hasta en los mínimos detalles para poder ir transformándolo según pasan las épocas que abarca el film. "Desde adolescente -ha confiado su madre, que fue su asesora informal, pero indispensable-, Peppuccio ha estado reuniendo papeles, recortes, folletos y llenando cuadernos con anécdotas, cuentos, personajes, costumbres y leyendas del pueblo." Le fueron útiles cuando quiso volcar en el guión (y en las imágenes) su visión de un tiempo, un clima, un modo de afrontar la vida y sus penurias, de relacionarse con los otros, de vivir la política, de mantener la fe en que todo puede mejorarse con el esfuerzo.

"No es una autobiografía, sino algo más íntimo y personal", dice, aunque en las tres generaciones de la familia protagónica -del modesto pastor amante de la lectura al hijo apasionado por la política y el nieto deslumbrado por el cine- es fácil adivinar los rasgos del propio Tornatore, sus padres y sus abuelos. "Lo que elaboré en mi memoria son las experiencias con personajes que conocí: es un homenaje a mi pueblo que quiere también formular un convite a encontrar en los elementos simples de la vida de una comunidad el sentido global de nuestra forma de concebir el mundo. La mayor parte de los hechos que se cuentan son reales, pero han sido transfigurados, y los que he inventado son también verdaderos porque en ellos estoy yo. Lo más autobiográfico está en la secuencia en la cual el protagonista lleva a su hijo de cinco años a ver una película por primera vez. Es la que me toca más profundamente porque cuenta cómo nació mi pasión por el cine."

Los vaivenes políticos
Baaria es también una historia en la cual la política ocupa un lugar especial: es como una línea que liga casi todo, incluidos los hechos de la vida cotidiana y privada. En busca de autenticidad (y porque el film ha sido rodado en dialecto), buena parte de los papeles fueron confiados a los propios habitantes de Bagherìa, que se mezclan en el reparto con muchos actores sicilianos. Pero para animar a la pareja que vive una historia de amor (la de los padres del cineasta) y está en el centro del relato, Tornatore quería figuras conocidas ("siempre hacen falta al frente de una producción tan costosa"). No pudo hallarlas, pero descubrió a Francesco Scianna, que además de buena estampa le ofrecía, pese a su escasa experiencia, oficio seguro y versatilidad. La siciliana Margaret Madé, en cambio, no tenía antecedentes como actriz, pero mostró determinación cuando el cineasta, fascinado por su bello rostro y por su tipo apropiado la sometió a duras pruebas de interpretación. La buena química con Scianna ayudó.

A falta de estrellas protagónicas, el film cuenta con el aporte de otras, aun en papeles muy breves: Angela Molina, Michele Placido, Enrico Lo Verso ( Farinellli , Lamerica ), Luigi Lo Cascio ( La mejor juventud ), Lina Sastri (la notable Anna Magnani de Celuloide ) y hasta Monica Bellucci.

" Baaria es mi film más personal y sincero", asegura el cineasta italiano, que ha querido seguir las oscilaciones de sus personajes en un tono que mezcla la comedia, la ironía y el drama. Conociendo su obra, casi puede darse por descontado que no faltará el aire nostálgico y sentimental.

El director realizó su film más ambicioso, con un presupuesto de 25 millones de euros