Sicilia es un placer para los turistas. En su limitada extensión pueden avistar las cumbres nevadas del Etna, contemplar campos de cereales y de naranjas, dejarse seducir por sus bellas colinas y disfrutar de las cálidas aguas del Mediterráneo.
El relieve sinuoso permite jugar con múltiples orientaciones en un viñedo que lleva echando raíces probablemente desde bastante antes que se erigieran esos bellos templos griegos que hoy constituyen uno de los grandes reclamos turísticos de la isla.
La diversidad geográfica es impactante y esto da alas al vino. Así lo están demostrando desde hace algo más de 20 años una serie de elaboradores punteros que han dado argumentos más que suficientes para que el aficionado vaya a buscar más allá de Piamonte y Toscana
La superficie del viñedo siciliano, desde luego, es tanta como la suma de estas dos regiones consagradas de Italia, pero, al igual que ha ocurrido con muchas zonas españolas, su imagen estaba asociada a la cantidad más que a la calidad, y sus grandes vinos tradicionales eran dulces.
Además del moscato di Pantelleria y la malvasia delle Lipari, fue el marsala el que llevó más lejos la fama de los vinos sicilianos. Como la mayoría de vinos históricos de la Europa meridional (oporto, madeira, jerez) es un producto fortificado que se ha visto relegado a un segundo plano por la abrumadora moda de los vinos de mesa (tintos en especial), más acorde con el ritmo de vida actual que una bebida de alto grado para prolongar la sobremesa.
El relieve sinuoso permite jugar con múltiples orientaciones en un viñedo que lleva echando raíces probablemente desde bastante antes que se erigieran esos bellos templos griegos que hoy constituyen uno de los grandes reclamos turísticos de la isla.
La diversidad geográfica es impactante y esto da alas al vino. Así lo están demostrando desde hace algo más de 20 años una serie de elaboradores punteros que han dado argumentos más que suficientes para que el aficionado vaya a buscar más allá de Piamonte y Toscana
La superficie del viñedo siciliano, desde luego, es tanta como la suma de estas dos regiones consagradas de Italia, pero, al igual que ha ocurrido con muchas zonas españolas, su imagen estaba asociada a la cantidad más que a la calidad, y sus grandes vinos tradicionales eran dulces.
Además del moscato di Pantelleria y la malvasia delle Lipari, fue el marsala el que llevó más lejos la fama de los vinos sicilianos. Como la mayoría de vinos históricos de la Europa meridional (oporto, madeira, jerez) es un producto fortificado que se ha visto relegado a un segundo plano por la abrumadora moda de los vinos de mesa (tintos en especial), más acorde con el ritmo de vida actual que una bebida de alto grado para prolongar la sobremesa.
Gran productora.
Con unas 200.000 hectáreas de viñedo, es una de las regiones vinícolas más importantes de Italia.
• Paisaje mediterráneo. Escenario de convivencia de vid y olivo, su relieve ligeramente montañosos y con gran cantidad de colinas, los suelos pobres, la escasa pluviometría y los largos y cálidos veranos configuran unos vinos netamente mediterráneos.
• Revolución vinícola. Si su industria vinícola solía apoyarse fundamentalmente en la cantidad, la década de los ochenta del siglo XX alumbra el nacimiento de productores comprometidos con la calidad que no trabajan necesariamente bajo el paraguas de las denominaciones de origen,
• Variedades. La gran estrella siciliana para vinos tintos es, sin duda, la nero d’Avola, que puede encontrarse vinificada como monovarietal o en compañía de variedades foráneas. Como ocurre con la mayoría de regiones italianas, el patrimonio de uvas autóctonas es especialmente rico. Otras uvas tintas: nerello mascalese, nerello capuccio, frappato, fiano, aglianico. Uvas blancas: catarratto, inzolia, grillo, moscato di Panteleria, malvasia. Uvas foráneas de amplia presencia: cabernet sauvignon, merlot, syrah, chardonnay.
• Paisaje mediterráneo. Escenario de convivencia de vid y olivo, su relieve ligeramente montañosos y con gran cantidad de colinas, los suelos pobres, la escasa pluviometría y los largos y cálidos veranos configuran unos vinos netamente mediterráneos.
• Revolución vinícola. Si su industria vinícola solía apoyarse fundamentalmente en la cantidad, la década de los ochenta del siglo XX alumbra el nacimiento de productores comprometidos con la calidad que no trabajan necesariamente bajo el paraguas de las denominaciones de origen,
• Variedades. La gran estrella siciliana para vinos tintos es, sin duda, la nero d’Avola, que puede encontrarse vinificada como monovarietal o en compañía de variedades foráneas. Como ocurre con la mayoría de regiones italianas, el patrimonio de uvas autóctonas es especialmente rico. Otras uvas tintas: nerello mascalese, nerello capuccio, frappato, fiano, aglianico. Uvas blancas: catarratto, inzolia, grillo, moscato di Panteleria, malvasia. Uvas foráneas de amplia presencia: cabernet sauvignon, merlot, syrah, chardonnay.
Fuente: Club del Vino